La deshumanización

 La deshumanización fue un elemento singular del Holocausto. Los nazis deseaban que los prisioneros perdieran su dignidad antes de morir e hicieron esfuerzos considerables para conseguirlo: tatuarlos con un número, exponerlos a la inmundicia en la que vivían, los gritos e insultos constantes y la ausencia de toda ceremonia festiva, religiosa o luctuosa. La misma muerte se aplicaba de manera tan impersonal, como si se les hubiera querido negar hasta el último de los anhelos humanos.

Desde 1938, las leyes raciales impuestas por el régimen nazi en Alemania y los territorios anexados, obligaban a los prisioneros judíos a portar la estrella de David en sus ropas que, en el caso de los campos, estuvieron cosidos a sus uniformes. Este símbolo de la religión judía se convirtió en emblema de discriminación y significó en muchas ocasiones el comienzo de la deshumanización, pues además de funcionar como señalamiento, otorgaba a los nazis el poder de mandar y humillar a quienes las portaban.

Una de las experiencias más angustiantes relatadas por los prisioneros, fue la deportación en los vagones de ganado, hacinados sin alimento y sin lugar para realizar sus necesidades fisiológicas, siendo uno de los momentos más profundos de humillación y deshumanización. La deshumanización ayudaba a degradar a las víctimas para que no se revelaran y a los asesinos a no sentir ninguna afinidad emocional ya que es más fácil matar a alguien sin nombre, sin identidad


Entrar a un campo de concentración era una experiencia desgarradora. Los nazis sometieron a los prisioneros a condiciones deplorables que debilitaban el cuerpo y destrozaban el espíritu. Cuando Franz Stangl -comandante de Belzec y Treblinka- fue cuestionado sobre los métodos de deshumanización, replicó que las técnicas intimidatorias hacían “más sencillo el asesinato”, pues ver a un individuo pereciendo de hambruna o causa de alguna epidemia, producía “rechazo automático”. La sensación de empatía era inexistente.

Para sobrevivir, los prisioneros, tenían que olvidar que alguna vez habían pertenecido a una sociedad civilizada y aprender las cuestiones del campo. Quien no se adaptaba, moría. Al interior de los centros de concentración y trabajo se empleaba el término Musselman o “musulmán” para denominar a los “muertos vivientes”. Era una referencia simbólica a la práctica islámica de postrarse en rezo. Los prisioneros que luchaban por sobrevivir evitaban a toda costa a los Musselmen porque la línea entre la supervivencia y la desesperación era muy delgada.

Los campos estaban rodeados de cables de púas electrificados que, al tocarse, provocaban la muerte. Ciertos prisioneros emplearon las cercas como forma de suicidio. Si eran descubiertos por los nazis antes de morir, eran severamente torturados, ya que la muerte también debía controlarse desde el Estado

Museo de la memoria y la tolerancia.

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