Discurso pronunciado en la universidad de Harvard el 6 de
Junio de 1947
“No necesito decirles, señores, que la situación mundial es
muy seria (...). Al considerar lo que se precisa para la rehabilitación de
Europa, la pérdida física de vida, la destrucción visible de ciudades,
factorías, minas y ferrocarriles, fueron correctamente estimadas, pero se ha
hecho obvio en los últimos meses que esta destrucción visible era probablemente
menos seria que la dislocación de toda la fábrica de la economía europea (...).
La verdad de la cuestión es que las necesidades de Europa
para los próximos tres o cuatro años en alimentos y otros productos esenciales
procedentes del exterior, principalmente de América, son tan superiores a su
presente capacidad de pago, que tienen que recibir una ayuda adicional
sustancial o enfrentarse con un deterioro económico, social y político de un
carácter muy grave.
[…] Es lógico que los Estados Unidos hagan cuanto esté en su
poder para ayudar a volver a una salud económica normal en el mundo, sin la
cual no cabe estabilidad política ni paz segura. Nuestra política no va
dirigida contra ningún país, ni ninguna doctrina, sino contra el hambre, la
pobreza, la desesperación y el caos. Su objetivo debe ser la vuelta a la vida
de una economía operante en el mundo, de forma que permita la aparición de
condiciones políticas y sociales en las que puedan existir instituciones
libres. Tal ayuda, a mi modo de ver, no debe llevarse a cabo en pedazos a
medida que se desarrollen las crisis. Cualquier ayuda que este Gobierno pueda
prestar en el futuro debe procurar una cura antes que un simple paliativo.
Cualquier gobierno que esté dispuesto a ayudar en la tarea
de la recuperación, encontrará, estoy seguro de ello, plena cooperación por
parte del Gobierno de los Estados Unidos. Cualquier gobierno que maniobre para
bloquear la recuperación de otros países no puede esperar apoyo de nosotros.
Más aún, los gobiernos, partidos políticos o grupos que traten de perpetuar la
miseria humana al objeto de aprovecharse de ella políticamente o de otra
manera, encontrarán la oposición de los Estados Unidos.
Es ya evidente que, antes de que el Gobierno de los Estados
Unidos pueda ir mucho más lejos en sus esfuerzos para aliviar la situación y
ayudar a situar al mundo entero en su camino hacia la reconstrucción, tiene que
haber algún acuerdo entre los países de Europa en cuanto a lo que requiere la
situación y a la parte que estos países mismos tomarán en orden a dar el
adecuado efecto a cualquier acción que pueda ser emprendida por este Gobierno.
No resultaría ni conveniente ni eficaz para este Gobierno intentar montar
unilateralmente un programa encaminado a poner a Europa de pie económicamente.
Este es el asunto de los europeos. La iniciativa, pienso yo, tiene que venir de
Europa. El papel de este país debe consistir en una ayuda amistosa en la
elaboración de un programa europeo y un ulterior apoyo a dicho programa en la
medida en que pueda ser práctico para nosotros hacerlo. El programa debería ser
un programa combinado, aceptado por un buen número de naciones europeas, si no
por todas.
Parte esencial de cualquier acción afortunada por parte de
los Estados Unidos es que el pueblo de América comprenda, por su parte. el
carácter del problema y los re medios a aplicar. La pasión política y los
prejuicios no deben intervenir. Con previsión, y con la voluntad de nuestro
pueblo de enfrentarse con la ingente responsabilidad que la historia ha puesto
claramente sobre nuestro país, las dificultades que he subrayado pueden ser
superadas, y lo serán."
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