Argelia , izquierdas y tercer mundo

 Argelia: la revolución frustrada

 “La revolución argelina, con su dramatismo y dureza, ejemplificó en los años cincuenta la respuesta del Tercer Mundo contra el colonialismo y se convirtió en modelo de lucha de los pueblos oprimidos de la Tierra, contribuyendo al nacimiento de una nueva izquierda tercermundista y antiimperialista. Es más, la guerra de Argelia no sólo descolonizó a los argelinos; también contribuyó a extirpar al colono que pudiera quedar dentro de cada europeo, convirtiéndose en el mito liberador de unos y otros. Dos factores esenciales contribuyeron a ello.

Por un lado, la internacionalización de tan cruel enfrentamiento, traducido en una guerra de ocho años contra Francia, permitió identificar el combate de los argelinos con las luchas liberadoras que tenían lugar en otros puntos del mundo. Por otra parte, la revolución del Frente de Liberación Nacional argelino puso a prueba a la izquierda tradicional europea, haciendo posible la emergencia de una nueva generación que reacciona ante el timorato comportamiento de los Gobiernos, comunista en la URSS y socialista de Francia.

La complacencia de la URSS ante la cuestión de Argelia no era ajena al temor, en plena guerra fría, a que los EE.UU. sustituyeran a Francia en el Mediterráneo occidental. Por ello, desde Moscú se prefería una solución franco-argelina, que nunca se plasmó.

El comienzo de la decepción ante la izquierda parlamentaria francesa vino cuando en enero de 1956 el Gobierno socialista de Guy Mollet promulgó, con los votos de los comunistas, una ley de poderes especiales para aplicar medidas extraordinarias y militares ante los acontecimientos argelinos, eufemismo con el que Francia escondió siempre la palabra guerra, que entonces era ya una realidad desde hacía más de un año.

Un Gobierno socialista asociado a la práctica de la tortura y la opresión promovió un vivo recelo entre gran parte de los jóvenes e intelectuales, franceses primero y europeos después, anunciando la futura redefinición de los valores políticos que la izquierda iba a experimentar.

Hasta la guerra de Argelia una gran parte de la izquierda francesa no había abandonado completamente la idea de que era necesario guiar a los pueblos hacia la felicidad y que la Francia generosa de la Declaración de los Derechos Humanos debía asegurar esa misión. Que ese discurso no era más que un colonialismo de progreso, estrechamente vinculado al sueño asimilacionista, es lo que va a descubrir sin complacencias la revolución argelina.

Para uno de los padres del pensamiento anticolonial, Charles André Julien, las responsabilidades de estos errores habría que buscarlas en el sistema francés de enseñanza, en el que la escuela primaria ha persuadido a los escolares (...) del papel humanitario de la Francia de ultramar.

Contra esta concepción arremetió brutalmente la denominada generación argelina, originalmente creada en torno a François Maspéro y a la revista Partisans, cuyo primer número afirmaba: “Somos la generación que ha visto hundirse los valores humanos en nuestro país... El ejército colonial ha degradado nuestra generación haciéndola compartir sus crímenes... Hemos dejado a la gangrena instalarse en nuestros espíritus... este gran cadáver en que se ha convertido la izquierda ... Somos los habitantes de una nación megalómana y estéril... Debíamos haber resuelto solos ciertos problemas como la guerra injusta y la solidaridad con los pueblos del Tercer Mundo que nos dan una verdadera lección de historia.

Frantz Fanon dedicará su corta vida a desbaratar, por boca de la revolución argelina o de la de África entera, las ideologías europeas reaccionarias en el Tercer Mundo para enseñar a sus hermanos a derrotarlas. Nacerá en Europa una nueva izquierda que hará del binomio Tercer Mundo/imperialismo los ejes de su movilización y de las luchas de liberación, el motor de la Historia. Desde entonces el imperialismo, juzgado responsable de esta explotación a escala planetaria, se convertirá en el enemigo a abatir.

La rabia que se desprende del prólogo a Los condenados de la Tierra, que Jean Paul Sartre escribió en 1961, es un vivo testimonio de la furia de esa izquierda del tercermundismo radical que el choque de la revolución argelina contribuyó ampliamente a hacer emerger: La violencia colonial no se propone sólo como finalidad mantener en actitud respetuosa a los hombres sometidos, trata de deshumanízarlos. Ningún esfuerzo será ahorrado a fin de liquidar sus tradiciones, sustituir sus lenguas, destruir su cultura; se les embrutecerá de cansancio. (...)

Con el triunfo de la revolución en julio de 1962 y su opción por el modelo socialista, considerado entonces un régimen más igualitario y unitario que el liberal, asimilado a los Estados colonizadores, Argelia se erigió como mito de una izquierda joven que representaba el renacer de los países oprimidos. Unido a esto, al convertir el régimen argelino en polos básicos de su política exterior la solidaridad con los movimientos de liberación nacional de todo el mundo, la fidelidad a los movimientos de los no-alineados y la lucha contra el colonialismo, Argelia siguió alimentando esa imagen mítica y simbólica para la nueva izquierda.”

 

Martín-Muñoz; Gema. Argelia: La revolución frustrada. Cuadernos del mundo actual, 49. Grupo 16, Madrid, 1994

 

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