3- Modelo I.S.I. Los aspectos políticos del proceso de industrialización
“Los cambios sociales vinculados al trabajo urbano y a la alfabetización transformaron a los sectores populares en un demandante más poderoso respecto a sus reclamos políticos y, por lo tanto, en un grupo más difícil de oprimir. No debemos olvidar que estos son los años de la consolidación y fortalecimiento del movimiento obrero y a su vez, es el momento de mayor manifestación del anarquismo en las principales ciudades de América Latina. Estos aspectos, sumados a la creciente presión social como consecuencia de los graves efectos de la crisis, impulsó a los Gobiernos a intervenir en la economía y a buscar nuevas formas de mantener el dominio sobre las masas populares. En algunos países, las elites gobernantes impusieron regímenes más represivos, con frecuencia mediante dictaduras o golpes militares, como por ejemplo en Argentina en 1930, Uruguay en 1933.
La etapa de industrialización por
sustitución de importaciones supo estar acompañada de una nueva forma política
y un nuevo tipo de Estado: el populismo. Resulta muy difícil tratar de definir
aquí qué implica el populismo por su complejidad y por la diversidad de sus
manifestaciones en los distintos países latinoamericanos. 220.221
Más allá de las dificultades del
término, intentemos ver algunas de las características más generales del
populismo. Ya hemos visto cómo con la expansión de la industria las clases
trabajadoras urbanas se consolidaron y se fortalecieron como grupo de presión,
tanto en cantidad como en formación (educación). Este sector ya no estaba
dispuesto a tolerar el antiguo dominio oligárquico, deslegitimado además por el
cambio del modelo agroexportador por el industrial. Ante la presión de este
nuevo sector social, el Estado asumió un rol de mayor intervencionismo. Según
Alain Rouquié, el Estado intentó responder favorablemente a las solicitudes de la
clase trabajadora, para mantener el sistema de dominación. Otorgó a los
trabajadores algunas concesiones que tendían a mejoran su calidad de vida; con
ello lograba controlar a las clases "más peligrosas" y evitaba así la
temida revolución social. En este sentido Juan Domingo Perón, presidente de
Argentina dos veces, dijo que hay que "ceder algo para no perderlo
todo", y Getulio Vargas, presidente de Brasil, dijo que hay que
"hacer la revolución antes que la haga el pueblo". Por tanto, para el
autor la nueva conducta del Estado es una "vacuna antirrevolucionaria”.
¿Pero cómo se logró la sumisión bajo el
control del Estado de los sectores populares y de las masas trabajadoras? En
primer lugar, el Estado fue identificado con un hombre, un líder carismático
que fue venerado e idolatrado por las masas. El líder fue paternalista y
autoritario a la vez, por un lado, defendió a los trabajadores y se apoyó en
ellos, y por otro los mantuvo bajo libertad vigilada. Por ejemplo, en Brasil
"todas las organizaciones importantes que se presentan como mediación
entre el Estado y los individuos son, en verdad, antes nexos del propio Estado
que órganos efectivamente autónomos". Además, se apeló con fuerza al
nacionalismo, a la patria, como una categoría unificadora de las masas, más
allá de sus diferencias de clase.
Finalmente, el líder tenía un discurso
abarcador, es decir, las personas de las distintas clases sociales sentían que
se tomaban en cuenta sus necesidades y que estaban contenidas. Velasco Ibarra,
cinco veces presidente de Ecuador, decía: "Denme un balcón y reconquistaré
el poder". En el discurso se
acostumbraba a retomar los enfrentamientos de clase, y el líder populista solía
atacar a la oligarquía, al capitalismo y a las empresas extranjeras. Pero solo
en el discurso, porque luego no tomaba medidas concretas en su contra. (en 1950
obtuvo un crédito del Export and Import Bank de 125 millones de dólares con
aceptación de condiciones que ataban a la Argentina a una situación de
dependencia, y en 1953 recibió a Milton Eisenhower, hermano del presidente de
Estados Unidos y le otorgó trato favorable a las empresas norteamericanas en el
ramo automotriz y en la explotación del petróleo).
Este tipo de gobierno en casi todos los
casos promovió una política activa a favor de un desarrollo económico orientado
a la industrialización. Incluso se desplegaron políticas crediticias que
beneficiaban a los nuevos sectores dinámicos de la economía. Algunos Estados
invirtieron en aquellas áreas en que las burguesías nacionales no estaban
interesadas, como ser la siderurgia y la petroquímica. Se controlaron los
precios de los productos exportables y se controló la producción de acuerdo con
la demanda externa, para evitar que una caída en los precios de los productos
perjudicara a los propietarios y al país. Para legitimar este nuevo rol del
Estado se proclamaba la cooperación de clases y se buscó una alianza entre la
creciente burguesía industrial nacional y la clase trabajadora. Esta coalición
se enfrentó al sector oligárquico y terrateniente, en defensa del nuevo
programa de desarrollo y del nuevo sistema político integrador de los sectores
populares y de sus reivindicaciones sociales.
El populismo predicaba el
antiimperialismo y por ello se atacaron las inversiones extranjeras tradicionales
vinculadas al modelo agroexportador: petróleo, minería, servicios públicos y
transportes. Sin embargo, no se eliminó la presencia extranjera de los nuevos
sectores industriales. Por ejemplo, en México, Lázaro Cárdenas nacionalizó los
ferrocarriles y el petróleo, pero permitió la presencia de las compañías
norteamericanas en industrias vinculadas a los alimentos, automóviles,
electrodomésticos, etcétera.”
Berna, L; Langone, P; Pera, S. Historia económica y social del Uruguay 1870-2000.
Santillana. Montevideo 2015. Págs. 220-224
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