Peronismo
GALLEGO, M; EGGERS-BRASS, T; GIL LOZANO, F. Historia Latinoamericana 1700-2005. Sociedades, culturas, procesos políticos y económicos. Ed. Maipué, Bs. As. 2015 .
El papel de Perón dentro del
golpe nacionalista de 1943
… un sector del Ejército,
autoproclamado nacionalista, da el golpe de 1943. Entre sus dirigentes estaba
Juan Domingo Perón, quien tendrá un papel clave en los dos años de gobierno
militar desempeñándose como Secretario de Trabajo y Previsión, Ministro de Guerra
y vicepresidente hasta octubre de 1945.
Perón, pragmático, tomó, entre
otros modelos, elementos de la teoría y la práctica del economista inglés John
Maynard Keynes, de las reformas laborales del estado fascista, de los planes
quinquenales desarrollados por Josef Stalin en la Unión Soviética, de las
"viejas" propuestas legislativas socialistas, … y de las prácticas de
otros líderes latinoamericanos como Batlle y Vargas.
Perón pensaba que era
indispensable ocuparse de las clases bajas. Durante su paso por Italia, el
entonces coronel adquirió elementos para intentar organizar a la sociedad
argentina de acuerdo con un proyecto propio de alianza de clases, promoviendo
el crecimiento nacional a través de la industria e integrando a la clase obrera
a la sociedad política. Esto fue un fuerte argumento de crítica de las clases
medias que sospechaban de un modelo tomado de un estado totalitario, que además
era propuesto por un militar partícipe del golpe de estado.
Desde un cargo de menor
jerarquía, entre 1943 y 1945 Perón fue creando las bases sociales de lo que
sería su gobierno. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, se abocó a
fortalecer la relación con los sindicatos a través de medidas muy concretas:
cumplimiento de los convenios colectivos de trabajo, aumento de los montos de
las indemnizaciones por despidos, inclusión en los contratos de cláusulas sobre
vacaciones pagas, ampliación del sistema jubilatorio para empleados y obreros
de industria y comercio, entre otras medidas. Al momento del golpe militar de
1943, el movimiento de trabajadores era débil y estaba dividido en cuatro
centrales gremiales que poca influencia sobre la clase trabajadora (James,
1990). Convocados por tenían muy Perón, los sindicalistas veían con tentación
la posibilidad de participar en la redistribución del poder político: por
primera vez se los trataba como una fuerza social necesaria e indispensable
para llevar adelante un proyecto de desarrollo del país.
Antes de las elecciones
presidenciales, en octubre de 1945, el establishment intentó sacar de la
competencia electoral a Perón, que fue obligado a renunciar a los tres cargos y
fue confinado en la isla Martín García. Los obreros y sindicatos reaccionaron
con una multitudinaria marcha hacia la Plaza de Mayo de Buenos Aires, y el 17
de octubre Perón fue liberado. En 1946 ganó las elecciones, realmente limpias,
con más del 55% de los votos, frente a la alianza de radicales, socialistas,
demócrata-progresistas y comunistas agrupados en la Unión Democrática."
Una vez electo, pretendió mostrar la imagen de que existía un acuerdo general
sobre su proyecto nacional, pero justamente la difusión oficial de este
consenso irritaba al disenso. Durante sus mandatos fueron comunes la censura y
la represión a quienes manifestaban críticas a su gestión. También puso todo el
aparato estatal al servicio de la propagan- da política, con los que intentaba
convencer a niños y jóvenes a través de escuelas y en los eventos deportivos.
Su gobierno contó con la plena
dedicación de su mujer, Eva Duarte (1919-1952), a los humildes, por quienes era
adorada. Gracias a su in- fluencia directa, finalmente fue ley el voto
femenino, incorporado en la reforma constitucional de 1949. Esta Constitución
tuvo un carácter social: instituyó en sus modificaciones que el bien privado es
también un bien social; sostuvo el principio de la justicia social, los
derechos de los trabaja- dores (aunque no estipulaba el derecho a huelga), de
la mujer, de los ancianos y de los niños; estableció que los minerales, las
fuentes natura- les de energía y los servicios públicos pertenecen
originariamente al Estado, y los que se hallasen en poder de particulares
debían ser devueltos a aquél, mediante compra o expropiación con indemnización
previa.
Además, la nueva Constitución
permitía su reelección por un segundo mandato consecutivo (éste fue el punto de
la reforma más rechazado por la oposición). Así, Perón volvió a ganar la
elección en 1951, esta vez con más del 60% de los votos. Pág. 256
El proyecto económico de Perón
Según el economista Pedro Paz, el
importante desarrollo industrial de la época permitió la aspiración de la
naciente fracción de la burguesía industrial a ampliar el mercado interno, es
decir que crezca el número de consumidores. De este modo y en el contexto de
posguerra, los industriales vieron en forma positiva cierto proteccionismo
estatal (Jozami, Paz, Villarreal, 1985). Un sector de la burguesía industrial
propició una alianza con la clase obrera y con algunos sectores organizados de
la clase media, y definieron un proyecto político a través del peronismo. Se
pasó así de una industrialización espontánea sustitutiva de las importaciones,
a un proyecto industrialista supeditado a la planificación estatal. El estado
peronista redistribuyó el ingreso, estimuló la producción regional, aumentó el
empleo del sector público, invirtió en infraestructura y en obras públicas que
consolidaron la urbanización y ampliaron el mercado interno para los bienes de
consumo que la Argentina ya producía. El significado de la política económica
de Perón se puede analizar mucho mejor por contraste con la del gobierno
anterior: durante la "década infame" el Banco Central estaba dominado
por capitales privados, muchos de los cuales eran de origen británico, y no
tenía la capacidad de dar préstamos al gobierno argentino. Con Perón (antes de
su presidencia, pero bajo su influjo) se nacionalizó el Banco Central, y sus
fondos fueron dispuestos en función de la economía nacional. Se reorienta al
crédito para la asistencia de la sociedad en su conjunto, ya que se considera
que la actividad bancaria es un servicio público, y como tal debía ser
controlado y reglamentado por el Estado.
La nacionalización de los
ferrocarriles está envuelta de una ardua polémica, porque fue Inglaterra la que
había sugerido, tiempo atrás, su venta al Estado argentino. Había que efectuar
inversiones para su mantenimiento, y sus dueños pensaban que no era redituable
hacerlas. Además, Inglaterra era deudora de la Argentina por primera vez en la
historia, debido a las importaciones efectuadas durante la guerra, y no quería
pagar en efectivo. Gran parte de la ciudadanía consideraba que poseer el
control de los medios de transporte significaba recuperar una parte de la
soberanía; es decir, lo consideraba una reivindicación nacional. Por otro lado,
el gobierno sabía que el ferrocarril era una inversión para ofrecer un servicio
público y para orientar la política económica, instrumentan- do las tarifas de
acuerdo a la promoción que se quisiera hacer de determinadas regiones, o
bajando los precios del transporte para compensar momentos de crisis, lo que
disminuye el sacrificio de la población. Es por todos estos motivos que se
compró los ferrocarriles, aprovechando ese saldo acreedor congelado en
Inglaterra.
A éstas siguieron otras nacionalizaciones,
como la de los teléfonos, Gas del Estado -a la que se impulsó mediante la
construcción de un gasoducto desde Comodoro Rivadavia- distintas compañías de
electricidad, servicios públicos. Las empresas que ya eran nacionales
incrementaron su patrimonio: la Flota Mercante, la incipiente Aerolíneas
Argentinas, etcétera.
Respecto de las nacionalizaciones
de empresas anglo-norteamericanas, como las compañías ferroviarias y los
teléfonos, en todos los casos se pagaron indemnizaciones; también podemos señalar
que su política no avanzó hacia sectores claves de la economía controlada por
los capitales extranjeros: el petróleo, a pesar de que fortaleció YPF y los
frigoríficos.
La creación del IAPI (Instituto
Argentino para la Promoción del Inter- cambio) significó la nacionalización del
comercio exterior y asestó un duro golpe a las multinacionales: parte de las
ganancias provenientes de la exportación de carnes y de cereales se las quedaba
el estado para la promoción industrial y la política social que estaba llevando
a cabo. El Estado era el único comprador (a los productores internos y al
extranjero) y el único vendedor para las exportaciones de cereales y
oleaginosos al precio que fijara. Si tenemos en cuenta que er entre 1936 y 1939
sólo cuatro empresas privadas multinacionales (entre las que se encontraba
Bunge y Born, gran enemiga del peronismo) exportaron el 82,5% del total de las
ventas de granos al exterior, cuando había en realidad 180.000 productores de
cereales, podemos ver a quién le quitó el negocio el IAPI. Se acabaron así los
grandes beneficios que las empresas cerealeras obtenían por la compra de
cereales para exportación a los pequeños y medianos productores. Podemos
hablar, globalmente, de la nacionalización de la economía. Por eso el gobierno
declaró el 9 de julio de 1947 la "Independencia económica".
La burguesía agraria quedó
políticamente neutralizada durante los gobiernos peronistas y las divisas del
sector exportador pasaron a con- trol del estado, aunque este sector no dejó de
expresar su abierta oposición y críticas a las medidas sociales de Perón (el
Estatuto del peón rural y el congelamiento de los arrendamientos). Sin embargo,
el peronismo no modificó la estructura agraria tradicional de la Argentina, por
el contrario, a diferencia del cardenismo en México, no existió una reforma
agraria que atentara contra la gran propiedad latifundista.
El gobierno planificó la economía
y la política a seguir a través de los Planes Quinquenales. En el primero
figuraba la Ley de Fomento de la Industria Nacional, la modificación a la
anterior ley de Aduanas, la Ley de Construcciones, la Ley de Bases para el
Fomento de la Vivienda, la Ley Nacional de Energía, etcétera.
La industria que ocupaba obreros
aumentó en un cien por ciento entre 1935 y 1954, los pequeños emprendimientos
familiares (es decir, pequenísima industria que no contaba con obreros sino
sólo con parientes) crecieron más de diez veces.
La crítica que se realiza al
período es que se fomentó la industria liviana (por ejemplo la textil). Sin
embargo, la industria básica (que es la que determina si un país es industrial
o no) prácticamente no se desarrolló, porque se necesitaba un fuerte apoyo
estatal. Durante los primeros años el gobierno prefirió llevar adelante una
intensa política social, construyendo hospitales, escuelas, colonias de
vacaciones, etcétera. En el segundo gobierno sobrevino la crisis y el Estado
debió restringir los gas- tos. Pese, entonces, al progreso de la industria, el
país siguió siendo un país agropecuario. Pág. 257 259
La crisis
Durante los primeros años de la
presidencia de Perón, el IAPI obtuvo precios altísimos para los cereales, hecho
que provocó la queja de los países compradores, como Francia e Inglaterra. Pero
luego se reconstruyó el trust internacional del cereal, con sede en Rotterdam,
que impone a los países productores una reducción del precio de los cereales.
La insistencia de Perón de mantenerse independiente y de no querer integrarse a
Brasil y a al FMI (Fondo Monetario Internacional) dificultó la venta de granos
a los países europeos auxiliados por los Estados Unidos mediante el Plan
Marshall. Además, los altos precios anteriores estimularon Estados Unidos al
cultivo de trigo y lino respectivamente, por lo que se había achicado el
mercado.
La baja del precio del cereal en
1949, junto con otros aspectos de la política peronista hacia el agro,
redujeron la rentabilidad, y con ella las áreas cultivadas. Los grandes
propietarios rurales eran opositores a Perón, y no incrementaron el cultivo
pese a los créditos que ofrecía el IAPI para hacerlo. Como respuesta, Perón
diseñó la ley de impuesto a la renta potencial de la tierra, que nunca llegó a
sancionarse. El problema se incrementó cuando en 1951 y 1952 el país fue
azotado por grandes sequías.
Según Antonio Brailovsky, la
política económica fue mucho más innovadora cuando el país tenía superávit, y
luego, al entrar en una crisis, se volvió a las recetas más características del
liberalismo. Las medidas económicas que se tomaron para superar la crisis
fueron las tradicionales: paralización de numerosas obras públicas, reducción
del gasto público y eliminación del déficit fiscal, restricción del crédito al
sector privado y contención de aumentos de salario. En ese momento de inflación
esta medida equivalía a disminuir los sueldos; Perón solicitó la colaboración
del pueblo estimulando el ahorro al máximo. Los sectores de menores recursos
sintieron la crisis: consumían el muy recordado pan negro de mijo. Con estas
medidas se enfrió el fervor obrero.
El impulso dado a YPF fue
insuficiente en relación con el crecimiento de la actividad industrial, y se
requería una mayor producción para evitar la importación: se llegó a un déficit
de un 60% de combustibles líquidos. Era indispensable, además, mejorar y
ampliar la red de transporte y de distribución del petróleo, con barcos y
oleoductos. Con la crisis las posturas se polarizaron: una estuvo a favor de
una Ley de Inversiones Extranjeras, a fin de promover la instalación de
capitales extranjeros, la otra mantenía un férreo nacionalismo.
Frente a la necesidad de la importación de petróleo -que el
gobierno subsidiaba y procuraba racionar debido a la escasez-, y presionado por
las circunstancias, el gobierno comenzó a negociar con los Estados Unidos, y
puso a YPF en un plano de igualdad con los monopolios. Estos contratos no se
llevaron a cabo porque por un lado el Congreso limitó los beneficios a otorgar
a las empresas extranjeras, y por el otro, éstas encontraron insuficientes para
sus ambiciones las condiciones establecidas por el gobierno argentino. Sin
embargo, fueron objeto de duras críticas por los sectores nacionalistas, que se
sumaron a la oposición. La crisis con la Iglesia Católica" por la
eliminación de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas y la ley de
divorcio son algunos de los factores que activaron el golpe militar del 16 de
septiembre de 1955, autodenominado Revolución Libertadora. Su líder, el general
Pedro Eugenio Aramburu, prohibió toda actividad peronista, convirtiendo en delito el simple hecho de
nombrar a Perón o a Eva Duarte, tener sus retratos, portar sus símbolos o
cantar la "Marcha peronista". Desde entonces, y hasta 1973, Perón
debió exiliarse y el peronismo quedó proscripto. Sus militantes debieron
adoptar distintas estrategias de lucha política: la "resistencia
peronista", la alianza con otros partidos, la recuperación de los
sindicatos, el "Peronismo sin Perón", el "Luche y
vuelve"... 259 261
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